2021


La pandemia no termina,
mas reír es medicina,
tras el año del encierro
vamos todos a un entierro


 

De su familia pendiente
y a las noticias atento,
él trabaja, diligente,
casi siempre muy contento

Va a correr, es su rutina,
ya sea a Tlalpan o al Ajusco,
cuando oye algo que rechina,
y aquel grito: ¡a ti te busco!

Todavía piensa: “es mi rodilla”
y acelera la corrida,
pero La Flaca lo pilla
y pone fin así a su vida.

Lo extrañamos mucho, todos,
por su carácter jovial
de la tierra de los codos
a la misma capital.


 

Daba cátedra de yoga,
meditaba, casi en trance,
cuando de pronto, se ahoga:
“si es La Parca, ¡que me alcance!”

Salió, ágil cual saeta
(lo que nunca se había visto),
quería intentar una treta:
“ya verán cómo resisto”

Se armó de un libro sagrado
y un talismán de la suerte,
uno grueso, otro pesado,
para enfrentar a la muerte.

Todo aquello no fue en vano,
pues la muerte, con paciencia,
le agregó a este ser humano
tres minutos de existencia.

No se entienden las razones,
la familia ya la añora,
deja muchas reflexiones
al partir, de azul, la ñora


 

Esa gélida mañana
con escaso movimiento,
en la neblina lejana,
se escuchó un “¡haz testamento!”

No le dio gran importancia,
no pensaba en esa instancia,
pues tenía muchos pendientes,
muchas fotos, muchos clientes

Al observar por la lente
aquel pálido semblante,
reconoció en esos dientes
quién lo enviaría por delante

¿Habrá música de aquel lado?
se preguntó aún, perspicaz,
si vivir sin ella era errado,
pues morir lo sería más.

En el básquet era bueno,
y hoy está más que a sus anchas,
pues allá en el mundo eterno,
se encontró con muchas canchas.


2018


Concentrada (su costumbre),
no paraba de escribir,
quería llegar a la cumbre
sin saber si iría a vivir.

La Calaca, con recelo,
la observó: “¿acaso respira?
está tan fría como un hielo…
tampoco sé lo que mira”.

Luego vio: “pero si suda…”,
al llegar a su escritorio,
y pensó: “A ver si estornuda,
o empezamos su velorio”.

“Acabaré esta pesquisa",
murmuró ella entre dientes,
“Pues tendrás que darte prisa,
ya ni habrá clase de siete”.

“Si se trata de ser justo
es mejor que ni respires,
no solamente es un susto:
es hora de que te pires”.

Cuando el fin vio de su vida,
se preguntó, consternada,
“¿podré llevar mi comida?
Yo sin ella no soy nada”

Empacó diciendo “¡Cruces!”
latas de salsa picante,
piloncillo y muchos dulces,
que eran lo más importante.

Agregando: “A mí me late:
la mejor de las historias
necesita chocolate…
o por lo menos cien glorias”.

Sin parar, comió por horas,
hasta llegar al panteón,
se fue la investigadora
de la polis de Rondón.


2014


Le gustaba hablar muy fuerte
y reír de buena gana.
A eso debía su suerte
y sentirse siempre sana,
mas la acechaba La Muerte
tal vez por vegetariana.

De energía ella hacía alarde;
su mentalidad, moderna;
quién diría que aquella tarde
llegaría a la vida eterna.

Iba apurada a la tienda
pues vacío sentía su armario;
quería empezar una prenda;
no sabía, era un sudario.

La Pelona sin demora
la llevó sin resistencia
sólo oyó: “más vale ahora,
yo no sé qué es la paciencia”.

Un concurso de pintura
quedará siempre pendiente.
Aun así, en su sepultura,
ella sigue muy sonriente.

Ríos, cascadas y montañas
para ella fueron retos
hoy le tejen telarañas
pues sus huesos ya están quietos.


 

Lo apreciaban en el norte
por sentar ahí sus reales
y formó toda una corte
de amigos siempre muy leales.

Un día de aquellos, cualquiera,
se montó en su bicicleta,
se lanzó a la carretera
a buscar alguna “reta”

Alcanzó a ver de reojo
que lo seguía La Flaca
y le decía con enojo
“ya te vas, mejor empaca”

Él sonrió y alzó una ceja
decidió hacer caso omiso
“No me alcanza, ya está vieja”
y pedalear fue lo que hizo.

Ya llegando a Rosarito
se sintió casi invencible
“una chela ya amerito,
que me alcance es imposible”

Cuál sería su sorpresa
que al apearse de su jaca,
se tomaba su cerveza,
esperando, La Calaca.

En el norte aún hay fiesta,
pues recuerdan, eso es justo,
al que duerme eterna siesta
y se peló por el susto.


2012


 

El muchacho era muy sano
y era amplia su cultura,
también era muy humano,
su pasión: la arquitectura

Sin embargo, hoy temprano,
justo el día de su cumpleaños,
le dolió otra vez la mano,
la que alguna vez se había hecho daño

Al botiquín fue de un salto
olvidando su estatura,
y que el techo no era alto:
de ahí se fue a su sepultura

La familia no lo olvida
pero no siempre están tristes,
que algo bueno en esta vida
son “su mamá y sus chistes”.


 

Esa noche, así se cuenta,
se enfocaba en el estudio.
Para hacerla menos cruenta,
escuchaba algún preludio.

Releía algún documento
cuando llegó La Huesuda
“¡Voy a hacer mi testamento!”
le gritó, suda que suda

“Ni te apures, ya no hay tiempo”
“Es sólo un cuento de física,
para mí es un pasatiempo”
y se reía La Tísica

“¡Pero mañana hay examen!”
intentó esta audaz patraña,
“Es final este dictamen”
y le aplicó la guadaña.


 

Entre tubos y matraces,
con sustancias y reactivos,
impartía ese día sus clases,
cuando abandonó a los vivos

Laboratorio, en su casa,
donde hacía muchos intentos
la sazón hoy es escasa
sin sus recetas, por cientos.

Su deceso, muy sentido
será porque era sencilla
y es que  Alicia ya se ha ido
al país de las maravillas.


 

Iba feliz en su Aveo,
con su flauta, claro, a cuestas,
cuando en un tono muy feo
escuchó un “¡Final de fiesta!”

Era  La Muerte, traviesa,
que buscaba alguna experta
una con flauta transversa
de preferencia bien muerta

“¿Pero cómo? No es mi turno…”
le respondió con desmayo
y un semblante taciturno
“Tengo que irme a un ensayo”

“¿Y si cambias mi destino…?”
se le ocurrió esta propuesta:
“te regalo mis pingüinos
y hasta te entrego una orquesta”

“Nada de eso, esto es serio,
ni se quiera hacer la loca,
sepa, pues, que hoy sí toca,
pero allá en el cementerio”.