Le gustaba hablar muy fuerte
y reír de buena gana.
A eso debía su suerte
y sentirse siempre sana,
mas la acechaba La Muerte
tal vez por vegetariana.
De energía ella hacía alarde;
su mentalidad, moderna;
quién diría que esa tarde
llegaría a la vida eterna.
Iba apurada a la tienda
pues vacío sentía su armario;
quería empezar una prenda;
no sabía, era un sudario.
La Pelona sin demora
la llevó sin resistencia
sólo oyó: “más vale ahora,
yo no sé qué es la paciencia”.
Un concurso de pintura
quedará siempre pendiente.
Aun así, en su sepultura,
ella sigue muy sonriente.
Ríos, cascadas y montañas
para ella fueron retos
hoy le tejen telarañas
pues sus huesos ya están quietos.
Lo apreciaban en el norte
por sentar ahí sus reales
y formó toda una corte
de amigos siempre muy leales.
Un día de aquellos, cualquiera,
se montó en su bicicleta,
se lanzó a la carretera
a buscar alguna “reta”
Alcanzó a ver de reojo
que lo seguía La Flaca
y le decía con enojo
“ya te vas, mejor empaca”
Él sonrió y alzó una ceja
decidió hacer caso omiso
“No me alcanza, ya está vieja”
y pedalear fue lo que hizo.
Ya llegando a Rosarito
se sintió casi invencible
“una chela ya amerito,
que me alcance es imposible”
Cuál sería su sorpresa
que al apearse de su jaca
se tomaba su cerveza,
esperando, La Calaca.
En el norte aún hay fiesta
pues recuerdan, eso es justo,
al que duerme ya la siesta
y se peló por el susto.